EL POLÍTICO
Con un pasado sindicalista, decidió pasar a la acción política en 1931, momento en que se erigió en líder de los federales onubenses
Podríamos remontar los inicios de su actividad política a su etapa sindicalista, trayectoria que desembocó en su vinculación con la Masonería. Ambos son aspectos relacionables con la política y pueden considerarse como prolegómenos de la evolución de su pensamiento.
La inquietud y el compromiso social le condujeron hasta el Sindicato de Empleados de Escritorios y Dependientes Mercantiles, que se constituía a finales de julio de 1920, del que fue secretario, primero; y presidente, después, en 1922.
Más tarde, en 1921, lo nombraron secretario de la Federación Local Obrera. En uno de los actos en los que él participaba, coincidió con el afamado sindicalista catalán Salvador Seguí, Noi del Sucre.
El 12 de agosto de 1922 se dirigió a las masas en el Centro de Obreros del Puerto. Los invitó a formar “un compacto bloque donde la solidaridad y el apoyo mutuo les permitan lograr sus aspiraciones”. Esperaba de ellos que trabajasen para lograr la independencia. Era necesario, a su modo de ver, “inculcar en la mente de todos la idea de que los problemas morales son los que atañen a la dignidad del hombre mientras que las cuestiones del estómago son de orden secundario”. Finalizó ensalzando la libertad y fue elegido presidente por «gran mayoría de votos». (La Provincia, 14-08-1922).
En 1928 ingresó en la logia masónica Cañavate, bajo el nombre simbólico Bakunin, afín a su pasado sindicalista de inclinación anarquista. Contaba con grandes amigos que pudieron haber influido en él para que se hiciera masón. Tal era el caso del catedrático y futuro primer alcalde socialista onubense de la República, Amós Sabrás, miembro de otras logias (primero, de Soto-Vázquez; después, de Transigencia), quien llegó a alcanzar el grado 4º. No obstante, a Cañavate pertenecieron personajes que estaban también muy cerca de él, como Florentino Martínez Torner, que ocupaba el puesto de orador en el cuadro de luces y dignidades de la logia; o Antonio Gil, médico de la familia y amigo personal suyo.
Aunque su tránsito por esta organización sería efímero, las consecuencias de ese registro fueron, terminada la guerra, sumamente negativas. La pertenencia y vinculación con la masonería constituyeron en sí mismas motivo de persecución, condena o aniquilación para miles de personas terminada la guerra civil en 1939.También para él. En su caso complementó el cúmulo de acusaciones que hubo contra él.
Pero no fue hasta los años 30 cuando decidió pasar a la acción política. Sintió afinidad con el Federalismo y se convirtió en el líder del Partido Republicano Democrático Federal de Huelva. Fue el momento más apasionante de su vida y coincidió con el fervor que vivió el país entero con la proclamación de la II República. El protagonismo ejercido por él el 14 de abril, cuando se dirigió al pueblo, junto a los socialistas Ramón González Peña y Amós Sabrás, desde el balcón del Gobierno Civil de Huelva, condicionó completamente su vida profesional. Sus artículos desde mediados de 1932 eran auténticos postulados políticos. Sus colegas le definieron como “el más político de todos los periodistas y el más romántico de todos los políticos”.
Se sirvió del periódico para hacer propaganda de su formación y defender su posición en temas cruciales, ante la Sanjurjada, por ejemplo, o con el Estatuto de Autonomía para Andalucía. Hasta el punto de costarle el puesto: fue expulsado del periódico el 1 de octubre de 1933.
Un mes después se presentó a las elecciones para diputado a Cortes, más no logró votos suficientes para pasar a la segunda vuelta. Entonces se produjo una ruptura en el seno del partido, entre los partidarios de aliarse con los socialistas para la nueva cita con las urnas y los que se negaban a tal pacto.
Él, defensor de esa unión de las izquierdas, se vio desautorizado por sus correligionarios cuando votaron en contra en asamblea. Presentó su dimisión irrevocable un día antes de los comicios y se alejó de los federales.
Cerró una etapa personal de triunfos y comenzó un período de decadencia generalizada en todos los aspectos.
Por sus ideas políticas acabaría en prisión en los días de la revolución de octubre. Aunque él no estuvo implicado directamente en su organización, dejó las llaves de su casa al supuesto cabecilla, el diputado socialista Crescenciano Bilbao, que convirtió su domicilio en central de operaciones. A Ponce lo acusaron de cómplice y estuvo siete meses encarcelado.
Más tarde, marchó a Madrid para seguir la causa en el Supremo, dada la condición de aforado de Bilbao, y para buscarse la vida allí. Se afilió al Partido Socialista y se enroló en la acción política del Frente Popular para las elecciones de febrero de 1936, haciendo campaña en La Rioja, la tierra de su amigo y maestro Amós Sabrás. Fueron los oradores del mitin de cierre en Logroño la víspera de las elecciones.
Celebró la victoria de las izquierdas, que trajo la amnistía para todos los presos políticos. Era libre y su expediente estaba limpio. Tras la guerra, volvió a ser encarcelado, de nuevo por sus ideas. Y por sus ideas lo mataron.
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